jueves, 22 de septiembre de 2005

¡Viajar en bus, no es una maravilla! Parte II

En la primera parte expuse mis mayores quejas sobre el "servicio" de transporte urbano (servicio entre comillas, porque si fuera un servicio se haría, al menos, de buena manera o no existiría la famosa guerra del centavo y por lo tanto buses llenísimos de gente -oliendo a trabajo, a ambientador de oficina o a libro- que más bien parece una lata de sardinas), en esta segunda parte terminaré este desahogo. Ya hablé de los vendedores y limosneros, de la descortesía de la gente pero no mucho del conductor. ¡Ah! Este personaje, muy humilde y en la minoría de los casos, buena gente, comprensivo y hasta gracioso, es, probablemente, un egoísta que es capaz de dejar al pobre pasajero tirado en la mitad de la calle, o más allá o más acá de la parada o ni siquiera en ella porque se le olvidó parquear de un momento a otro o porque tiene que marcar tarjeta rápido o simplemente porque ya se cansó de conducir y quiere irse a dormir. ¿Qué importa que el pasajero también vaya cansado y que haya pagado completo el pasaje confiando en que este sujeto lo lleve sano y salvo cerca de su hogar? Porque eso sí, se creen Cronos y por ello piensan que pueden ir lento, lentísimo o rápido casi al punto de volcarse o quedarse estacionados en una vía de dos carriles haciendo trancón molestando a otros simples transeúntes o habitantes de la zona por el concierto de bocinas que todos los carros, buses, motos y volquetas muy prestos tocan. ¿Qué importa que si el ingenuo pasajero paga con un billete de diez mil o veinte mil pesos el personaje en cuestión le devuelva a cambio billetes solo de mil pesos feos, sucios y casi a punto de romperse? Y cuando va a recibir el cambio, si es una mujer, joven, dama, femina, etc., ¿no le toca aguantarse a veces el roce malintencionado del conductor que le da el vuelto pero que también aprovecha y le toca la mano en forma obscena y se le queda mirando durante todo el recorrido? Y ni que decir cuando es hora pico y deja subir pasajeros por delante y por detrás para que cuando ya el bus esté a reventar diga: "¿será que se pueden correr hacia atrás?" ¡hacia atrás donde si ya no hay espacio!. Así, continúa todos los días en un círculo vicioso, en donde no importa el pasajero "porque el que va manejando no es él" y en donde el secuaz ayudante del conductor repite el mismo comportamiento de su "tutor" perpetuando el mal servicio. ¿No es grandioso viajar en bus urbano cuarenta y cinco minutos en un ambiente digno de suicidio? ¿no es maravilloso pagar tanto por tan poco? Pues la reflexión queda entre ustedes y el que no esté de acuerdo, que escriba el primer comentario.