lunes, 24 de enero de 2011

Elogio de la quinceañera II

Diabólicos saludos, amigo lector.  Es hora de continuar la exposición sobre la quinceañera y sobre su efímera celebración (casi que no).  Después del cambio de zapatilla, con algunos cambios dependiendo de la agasajada pero eso sí antes del brindis, se encuentra el momento de la entrega de las rosas: quince rosas en una serie de paseo de flores que le entrega la corte a la quinceañera con el único fin aparente de cubrir su cara de besos y baba porque no creo que necesite un recordatorio perecedero de los años que ya pasaron (o tal vez ese es el fin, recordar que los años perecen igual que una flor) y la razón por la cual hay fiesta y vals y francachela y comilona. 

Antes del pastel y luego del vals sucede el brindis.  Aquí los orgullosos (¿de qué?) padres de la muchachita agradecen su existencia y bla bla bla... lágrimas, sollozos, voz entrecortada: "¡Oh por Dios! ¡mi niña creció!" (y posiblemente se embarace en un mes) y reconocen la presencia de los demás invitados en tan emotiva celebración.  La susodicha vestida como un ponqué trata de agradecer (a veces, porque en otros casos le puede importar un rábano) balbuceando algunas palabras que, en muchos casos, no alcanza ni a ser una oración en donde excusa su falta de elocuencia con timidez y el resto de los convidados le alaban su falla confundiendo sentimientos de vergüenza ajena con ternura.

El tiempo del ponqué es igual que en cualquier otra fiesta, lo interesante aquí es que la quinceañera muy pocas veces es capaz de disfrutar de su propio pastel pues es el momento en que debe tomarse fotos con los invitados que sí están comiendo o simplemente el corsé del vestido no deja que coma porque le queda tan ajustado que cualquier intento de movimiento en la zona torácica puede ser fatal.  O por el contrario tenemos el caso de la jovencita "colombina", cuerpo de palito y sólo cabeza, que no come nada de harina porque se engorda y menos si tiene azúcar porque le da algún mal que no es diabetes. 

Baile viene y va y entonces la juventud enloquece y obliga a los invitados a ver esa forma particular de baile que premia al personaje que se muestre más atrevido del grupo de púberes donde con aullidos muestran su aprobación frente a lo que sucede.  Incluso, los más adultos tratan de imitar esos comportamientos pero quedan viéndose, de alguna forma, ridículos al tratar de revivir cierta juventud que ya pasó y no volverá. Y lo peor, los niños que siempre van a las fiestas tratan de bailar dando vueltas y moviendo los pies torpemente animados por adultos que se conmueven ante los movimientos cerriles de los infantes.

El momento de la comida depende de si es un buffet o hay meseros, en todo caso la quinceañera trata de como sea, ubicarse en la mesa con sus amigos así tenga que sacar a alguien más de esa mesa mientras sus padres tratan de no sentirse solos en la mesa principal o tratan al menos de sentarse porque corren de aquí para allá repartiendo, saludando o persiguiendo al personal de servicio para que las cosas salgan como deben o como quieren.  A veces, la susodicha ni come porque no quieren que la vean o filmen comer o simplemente aprovecha para saludar a otros invitados o cambiarse el vestido tipo princesa y ponerse el vestido de baile que, generalmente, es muchísimo más corto y menos elaborado pues pareciera que estuviera diseñado sólo para cubrir las partes pudorosas. 

Luego de la comida, llega un momento no sé si influido por la invasión costeña en esta ciudad o por el afán de innovación y mal gusto o simplemente por el afán de relajarse y salir de la rutina llamado "La hora loca" en donde se entregan máscaras y pelucas y gorros, se forma una algarabía para que se muestren movimientos aún más obscenos y aún más ruido y se desfogue el poco de energía que se ganó con la comida o el ponqué.  Este momento debe ser el más esperado pues la pista de baile o lo que haya parecido se llena con todos, desde ancianos hasta niños (aunque casi no porque terminan pateándolos o están más ocupados persiguiéndose entre ellos) porque los niños también van a una fiesta de quinceañera -culpa de los padres, creo yo- y terminan todos sudados y malolientes listos para devolverse a sus casas o a seguir la fiesta en la casa de alguien más (no sabemos qué tipo de fiesta y no me incumbe en esta publicación.

Pasada la fiesta comienza o se desarrolla totalmente un esbirro maniático con olor a cereza y chicle que enloquece a los padres y familiares pero que alienta a los esbirros masculinos y femeninos a mantenerse cerca de ella.  Es fácil reconocerla, todas lo hemos sido o lo van a ser, no hay que fijarse en los detalles, lo único que puedo decir ante esto es que los demonios nos guarden y nos ayuden a disfrutar de tan singular espectáculo.

martes, 17 de agosto de 2010

Elogio de la quinceañera

Primero que todo, no se confundan por el título, esto sigue y seguirá siendo un blog para criticar.  En esta ocasión mi blanco será esa imagen color pastel, olor a cereza y que exuda hormonas vestida con una tiara falsa y un traje de color, generalmente llamativo, estilo princesa con corsé y miriñaque; sí, esa misma, la que algunas fueron y se sienten orgullosas de haberlo sido y recuerdan ese día como el más feliz de sus días hasta ahora, si están solteras claro.  En mi defensa, antes de que me acusen de revelarme, digo, que no, yo no me disfracé de quinceañera, no use tiara, no tuve serenata y no bailé el vals con mi papá y no me hizo, ni me hace y ni me hará falta.

Ahora, el punto central de este post, no es la quinceañera per se, sino la celebración efímera de este tiempo fugaz en el cual se invierte desde la hipoteca de la casa hasta los ahorros de la abuelita para que haya francachela y comilona por un supuesto paso de niña a mujer. Para comenzar a descomponer este tipo de evento, empecemos por la decoración; en las fiestas tradicionales, todo combina con el vestido de la quinceañera, desde los forros de las sillas, las flores, la torta hasta los acompañantes, digo hasta el vestido de los acompañantes, así que esta elección de la susodicha es la más díficil porque ¡caray! puedes terminar con tus ojos cansados de ver tanto naranja o fucsia o azul brillante rechinar en todo el salón y ropas de "la corte".  Esta grupo de jóvenes mascachicle con ínfulas de adultos pero en pleno caldo hormonal suele moverse o más bien rotar en torno a la susodicha y sus colores llamativos se hacen mucho más visibles e irritantes pues como típicos adolescentes, lo único que quieren es atención y lo peor es que lo logran.

Ya la decoración nombrada, hablemos del vestido, sí, en tela cristal y todo, lleno de florecitas brillantes cuya falda arrastra por todo el salón, llena de vuelos y más tela cristal.... awww... ¡qué bonita imagen! pues NO, yo sólo pienso en el calor que hace bajo ese vestido, porque ahí hay una minifalda guardada para después del vals y el cambio de la zapatilla cuando ya ella es oficialmente una jovencita, en la incomodidad por el miriñaque, en la alergia por la tela cristal, en los tropezones de los meseros por culpa de ese vestido, en los pisones que recibe por parte del parejo de turno en el baile, en que parece un ponqué, lleno de flores y bobadas, en fin; todo por atesorar un momento de juventud, de vanidad y de incomodidad.

En esta celebración efímera no podrían faltar dos momentos claves: el cambio de la zapatilla que ya nombraba escuetamente antes y cuando bailan el vals y el pasodoble. En el primero, el cambio de la zapatilla, algo, creo yo, innecesario, pues las jovencitas de ahora ya no lo parecen porque desde los trece ya usan tacones y maquillaje tratando de engañar y de esconder una juventud que luego van añorar y además, este cambio de calzado sólo representa unos zapatos nuevos porque esa "supuesta" aprobación de los padres, o del papá, (en teoría) es un acto hipócrita que conduce al segundo, un baile en donde la pasa por cuanto sujeto viril dandole otro tipo de aprobación, sí, que se vuelva zunga y pase por todos. Aquí, la música es parte fundamental porque si se hace con "Tiempo de vals", esa canción que es muy cursi y trillada de Chayanne, la verdad, me recuerda a fiesta de barrio pobre; o si se hace con "El Danubio azul", tema clásico alemán que si bien imprime un poco más de clase, de tanto escucharlo (porque lo pasan una y otra vez hasta que la quinceañera baile con toooooodos los machos en la fiesta), aburre y ya no es algo bonito de ver, como antes, sino, el momento para comentar el chisme de la semana, adelantar cuaderno, ir al baño o convencer al primo en tercer grado de que tenga su experiencia bailando a ese compás con la "linda" cumpleañera. 

Después de este baile o en el medio, depende de si hay corte (un grupo de 7  muchachos y 7 muchachas que con vistosos y a veces elegantes vestidos acompañan a la quinceañera) o no, hay una coreografía preparada por la quinceañera -si no es el vals y el pasodoble- muy influenciada por MTV y todas sus adefesicas creaciones, incluyendo sus programas reality "Quiero mis 15" o "My sweet 16", en donde se puede ver (y en todo su esplendor) toda la presión que  puede desplegar un coreógrafo (o la misma quinceañera en una mini-version de "bridezilla" o novia Godzilla, algo así como una Girlzilla) sobre los demás. Pero, todo por una buena causa, no sé cual, pero debe haber una buena causa para que exista ese tipo de humillación y vergüenza gratuitos.

Por ahora dejaré aquí, querido lector, porque ya lo veo cansado de leer, no quiero aburrirlo antes de tiempo y aún no hemos llegado a otros momentos importantes; son demasiados detalles que deben tener una segunda parte, quédese en sintonía y no se pierda la entrega de las rosas, el tiempo del ponqué, de la comida y lo que ahora llaman "la hora loca".  Un azufrado saludo.

viernes, 28 de mayo de 2010

Llueve sobre mojado

Después de haber limpiado las telarañas y el polvo guardado que había aquí por mi ausencia, he vuelto, y lo peor, para seguir con un tema ya redundante en este espacio (el servicio de transporte urbano); triste, muy triste, primero que pase y segundo que tenga que hablar de eso otra vez aquí; pero antes de que sufra un colapso nervioso del cual saldrá la versión azufrada y energúmena que pocos han visto y que el resto no quiere ver, expreso: 

1. Que me gusta el Metrolínea en esta ciudad pequeña, pueblito con semáforos y una dizque gran biblioteca, en donde me encuentro con los mismos en las mismas.

2. Que me importa un comino si a otra gente no le sirve porque a mí sí y con eso me basta para ir del punto A al punto B.

3. Que si van de pie y apretados es porque no tienen sentido de espacio y les gusta el contacto humano, supongo yo, y que menos mal esto no es el metro de Tokyo, a ver si se quejarían de igual forma.

Con esto claro, entonces, empiezo mi diatriba para el sistema integrado que entró en vigencia en la ciudad y que de muy mala gana ha sido abordado por los usuarios, y con toda razón, el sistema es cómodo, es rápido cuando quiere, pero la forma como obligaron al pseudo-ciudadano a usarlo fue incorrecta, y eso sin contar, (yo sé, estos comentarios obreros van en contra de cualquier afirmación burguesa del demonio) con los conductores de bus que quedaron sin trabajo a merced de una mínima pensión (tal vez) y que aumentaron la tasa de desempleo (que sospechosamente nunca sube en esta ciudad).  Pero lo que más me tiene ofendida, no es el hecho de que los conductores se queden sin su trabajo, era un mal que tenía que evolucionar, lo que me tiene en este blog escribiendo es la falta de cultura de la gentuza; eso es lo que diferencia a un pueblo de una ciudad y creo que en pueblos mas pequeños se ve más que aquí, es decir, esta ciudad es un intermedio que ni es ciudad ni es pueblo: es un limbo.

¿Cual es esta situación que tiene a la versión femenina de Satanás escupiendo azufre? Pues comienzo por el uso de las llamativas "sillas azules" en los buses del sistema; se supone que deben ser usadas por personas de la tercera edad, mujeres embarazadas, personas con niños en brazos o discapacitadas, pero ¿porqué carajos siempre veo colegiales y universitarios (sí señores y señoritas, ustedes la dizque masa pensante de este pedacito del infierno) sentados cómodamente en esas sillas viendo como la abuela artrítica y el señor decrépito, la mamá precoz o el padre soltero tienen que hacer maromas para sostenerse? Y peor aún, ¿cómo es posible, que uno, pasajero honrado y honesto que con suerte consiguió su silla verde tenga que cederla porque ustedes no son capaces de ver más allá de su pelo planchado y dizque parcial para evitar una tragedia? No sé que me molesta más, el verlos sentados cómodos, el que algún otro pasajero tenga que ceder su tranquilidad o que la abuela artrítica empiece a hacer comentarios sobre la falta de cultura de la gente.

Entonces, ¿a quién culpamos? a la gente, a Metrolínea, al gobierno, a la educación, a los papás, a Uribe, a Santos... la lista es interminable, porque que rico es echarle la culpa al otro ¿no? pero yo, tengo la teoría de que la culpa está en la empresa, sí señores, en Metrolínea, porque como ellos no señalizan la gente se pierde, sí, si marcaran las puertas preferenciales para las sillas preferenciales tal vez no habría tanto avivato que se crea con derecho a sentarse y a no ceder el puesto y no escucharíamos señores decrépitos quejarse o imaginarnos escenarios trágicos donde el padre soltero cae encima de la niña que lleva en brazos, que sé yo.

Sé que mi post no va a cambiar nada en la ciudad, pero me da paz y le da tranquilidad a la gente de que no va a haber una vieja loca con el pelo cual medusa gritando en un bus y tal vez (en un mal día de hormonas) golpeando al usurpador de silla preferencial.  Pero, si ven a alguna persona que no merece estar en la silla azul hagan lo que yo hago mentalmente: no le deseo todos los males, no, pero si que llueva duro para que se le dañe la alisada del pelo, que alguien le pegue un chicle en la falda, el jean, el zapato, que pierda el parcial porque no estudió, que el celular se quede sin batería cuando espere la llamada importante, en fin, ustedes tienen una imaginación tan prolífica como la mía, ¡úsenla!.

lunes, 29 de marzo de 2010

Mary Jane


Decía Natalia París en una entrevista en 1999 con su vocecita de niña perdida y con su cara de constipada, afirmando su estupidez: "Yo no fumo marihuana porque da celulitis".  Quiero corregirla (aunque esto es, de alguna forma, redudante): "La marihuana no da celulitis, da gripa". He dicho.

viernes, 12 de febrero de 2010

Yo también odio a Cali parte II


Here we go! Pues bien, ya hablé de la ciudad como tal y todas sus falencias administrativas, por decirlo de alguna forma, pero... ahora es tiempo de hablar de los que hacen una ciudad llamarse como tal, sus habitantes y los caleños y caleñas son un tanto particulares...más que los demás pobladores de una ciudad.  Comencemos por su forma de hablar, ¡ay no! es como vivir en un país distinto, donde todo tiene un nombre distinto, donde la s se vuelve una jota donde la n al final de las palabras no existe porque lo que hay es una m, donde la x y su particular sonido son como un unicornio, se tiene la creencia de que existe pero nadie puede dar razón de ello, donde decir una cosa significa otra, y donde sobre todo en mi caso, y la razón por la cual me desahogo aquí, no se les puede decir nada porque creen que se les está atacando, ¡bendito complejo de persecución y paranoia en la que viven! ¡Dios! ¡nadie los ataca! suele pasar que la gente de este lado del país habla de otra forma particular, generalmente muy fría y seca pero no es intencionado, así que, por favor, no permitan que nos toque dirigirnos a ustedes en maternés o babytalk para que no se ofendan, o peor aún, fomentar la hipocresía, un mal peor que el cáncer y la envidia.

De otra parte, y tocando la parte de la envidia, mal de muchos allá y tal vez acá, y aunado a un sentimiento de frustración, tenemos el odio contra los bogotanos o también rolos, que se ve en sus comentarios peyorativos hacia esas amables personas del interior, pero, ¿Cuál es la causa? Simple y llanamente, que no conciben la idea de ser segundones, que no pueden lidiar con que haya alguien superior a ellos, pues acéptenlo ¡NO SON LA CAPITAL! ¡NO LLEGARAN NUNCA A SERLO! y ¡mejor! ¡toco madera y me persigno! Su ego, que no podría llegar a una mayor cúspide, mandaría este país a pique. Si bien ya tenemos que aguantarnos su creencia mal fundada de que tienen las mujeres más lindas del país, sólo porque una canción lo dice y porque sus habitantes (ellas y ellos) se encargan de inflarlas cual modelo de la muñeca Barbie como haría un buen paisa, o dado que, como buenos machos, siempre van a preferir tetas a cerebro, entonces, lo que nos faltaría sería soportar las carreteras del país llenas de camionetas todo terreno pues los machos caleños tendrían que compensar su pequeño "cerebro inferior", con el que intentarían gobernar el país, con una super máquina que, tal vez, les ayudaría a "pensar" y comportarse mejor: a lo "traqueto style".  

Así entonces, detengámonos en las mujeres de esta tierra, que como decía quieren parecer muñecas plásticas, pero de alguna forma, evidentemente contradictoria, inteligentes y seguras de sí mismas, sí claro, ¡como si eso existiera! No lo niego, algunas son amables, vanidosas (sin caer en narcisismo como la mayoría) y carismáticas (supongo que esas son las manzanas podridas) pero en general, son superficiales, mentirosas, susceptibles y vacías.  De esa superficialidad, nace su deseo vehemente de plastificarse al punto que sus ahorros no van para su educación, no, ni para vivienda, no, ni siquiera para el carro, sus ahorros van para las operaciones estéticas, algunas más jovenes, lo piden de regalo de 15 o de 20 o de grado y en orden, primero la nariz, luego los senos, luego la cola, luego la lipo y todo eso acompañado por un régimen de dietas malsanas y ejercicio excesivo para poder parecerse a la modelo de moda, para, supongo, levantarse al traqueto lo cual continúa el ciclo: si los hombres buscan ser uno, la mujer quiere ser la esposa o moza de alguno.  El problema que esto genera es que en un orden de competencia femenina que siempre ha estado y siempre estará, todas terminamos allá, sí, hasta yo consideré uno que otro arreglo estético en el orden ya expuesto, cuando sé que no los necesito y que van en contra del desarrollo intelectual que apoyo y por el cual las feministas han luchado desde que comenzó esa valiosa lucha.

Y antes de que puedan argumentarme con los griegos y su visión de cuerpo y mente perfectos, lo que acabo de exponer es la búsqueda del cuerpo perfecto porque no hay una búsqueda de la mente, ¿para qué? no habría razón si todo lo pueden conseguir con un par de senos y un dizque tumbao que por cierto no existe porque caminan como el resto de las demás, algunas cascorvas, otras torcidas, otras como modelos, común y corriente.

Eso es todo por ahora, amiguitos. He dicho.  Si no está de acuerdo, es porque o es caleñ@ y se siente aludid@ o tiene alguna filiación que lo ha cegado en cuanto a ell@s. Trate de abrir los ojos, respire profundo y acuerdese que mas allá de la loma está la civilización.

viernes, 27 de noviembre de 2009

The b$t&ch is back!

Hello,
OK, volví y, como dirían los villanos, esta vez para vengarme.  En esta ocasión, mi víctima será  la ciudad en la que estaba o sea Cali. Antes que nada, debo aclarar dos cosas: la primera que si bien esta ciudad me acogió para trabajar, estudiar y vivir eso no quiere decir que tenga que quedarme callada por algo que no me gustó y segundo, que esta es una serie de críticas paulatinas que podrian afectar susceptibilidades pero que calma el alma, así que si no le gusta el tema y siente que le va a doler en lo más profundo de su corazón, no se moleste en leer. Con eso dicho, comencemos.

La sucursal del cielo


¡Ahh! claro, todo el país, toda Colombia sabe que Cali es llamada "La sucursal del cielo", pero ¿por qué? ¿acaso alguien ya fue al cielo y volvió? y ¿sabe cómo es? Porque según la descripción sobre el cielo que Dante o la Biblia hacen, nada tiene que ver con este lugar; razones... ¡muchas! Primero, hace un calor más bien infernal, sobre todo en julio y agosto donde la ropa sobra y ni siquiera tirarse al piso refresca, entonces, hay que comprar ventilador o aire acondicionado que gasta energía y les acaba el agua que ya no tienen... Lo cual me lleva al segundo punto: es un valle, es decir, hay una vertiente hidrográfica principal (el río Cauca) y otros ríos menores que lo alimentan, entonces, ¿cómo es posible que cada vez que llueva corten el servicio de agua? es contradictorio y ¿cómo es posible que si no llueve, también? y lo peor de todo: se hacen llamar ciudad... les quedó grande el título, al menos una ciudad pequeña (la cual los caleños no reconocen como  ciudad como tal) tiene un servicio de acueducto decente sin la necesidad de estar en un valle con una fuente hídrica importante.  ¡Qué vergüenza! Tercero: ¿sucursal del cielo? ¿por qué? ¿por qué tiene una "luna"? o mejor toda la ciudad es una luna ¡¡¡llena de cráteres!!!!, es imposible transitar por sus calles sin terminar con el amortiguador del carro o de la moto dañado o en un accidente de tránsito por andar evitando esos abismos  del asfalto.  Es el colmo que en los mejores barrios es en donde hayan más huecos, se supone, en nuestra idiosincrasia colombiana, que es al pueblo al que le toca aguantar este tipo de situaciones, pero ¿que la burguesía también sufra por eso? o es que ¿es a propósito para probar las camionetas todo terreno? y en cambio, en las zonas marginales (aunque también se encuentran este tipo de hoyos negros) hay calles casi perfectas, supongo que ¿para que no les duela al caminar descalzos? Bueno, como dicen ahora, "ahí se las dejo".  Hasta la segunda parte.

domingo, 26 de marzo de 2006

La ciudad inculta

Es increíble que después de tantos programas de competencias ciudadanas implementados a lo largo del país, algunas ciudades sigan renuentes a estos adelantos culturales y crean que la gente es estúpida y no se da cuenta. En algunos casos sí y eso es lo peor porque la gente sigue entonces en el mismo limbo y no aspira a algo mejor. Un caso en particular, la ciudad (aunque yo prefiero llamarla "pueblo con semáforos") en la cual habito: Bucaramanga; no sólo porque esta ciudad tiene crisis de identidad cultural sino porque en el fondo la cultura no tiene verdadera cabida aquí. Me explico, hace poco escuchaba en la única emisora cultural que tiene a un locutor que aterrado decía: "caminé tres kilómetros por una de las principales avenidas de la ciudad y no encontré ni una sola caneca de basura" y después se preguntan porque hay tanta basura. "Pero eso que importa para eso están los barrenderos" dice comunmente la gente. Ahora bien, la carrera 33 es una excelente muestra de la crisis de identidad cultural y lo digo porque esa carrera se remodeló bajo replica bogotana con tan malos ingenieros y planeadores que no se dieron cuenta de que las calles aquí son más angostas y los autobuses o los automóbiles no caben y siempre hay trancón. "Pero eso que importa si igual se ve más bonito" claro a costa de baches y de ruido ¡dííígame! Por si fuera poco, en esta ciudad nadie asiste a las retretas de la Concha acústica o a los Parqueartes o a los viernes en frente de la Biblioteca Gabriel Turbay (que no es la única pero si la más grande y más completa) pero se llena Cenfer o Juan Parranda si "Jorgitio" Celedón o el "Charrito negro" se presentan. Los ejemplos son innumerables y la gente, como borregos, sigue al peor pastor, al que le proponen los programas de televisión, la modelito tonta de la sección de farándula, la parodia ideologista de la novela, el locutor pseudo-play de todas las mañanas, enfin, se necesitaría más de un post para nombrarlos. La idea de este comentario no es una simple queja, no es una simple crítica, es un paso hacia la reflexión y el cambio utópico, el que lo quiera tomar, bienvenido y el que no, buena suerte con la manada.

lunes, 31 de octubre de 2005

Ranas cocidas

Hoy, en clase de poesía me sorprendió el comentario de una compañera cuando al hablar de la evolución de la humanidad y de la posición individual frente a este mundo rápido y confuso ella respondió: "profe, es que parecemos ranas cocidas, es decir,si ud pone a una rana viva en una olla con agua y la pone al fuego, la rana no se mueve, no salta, y se deja morir ahí, cocinada..". Y al parecer ella tiene razón. ¿Cómo es posible que soldados violen a mujeres indigenas y que encima de todo acusen a la periodista que denuncia este hecho de imparcial y mentirosa por lectores inescrupulosos (ver revista Semana edición web), que la policia "presuntamente" asesine estudiantes, que la reelección haya pasado en la corte, que las colegialas ahora sean blanco de la prostitución, que 88.9 y HJCK -y así como vamos Radioactiva (ya la quitaron en Bucaramanga hace 6 años)- desaparezcan (al menos del dial -en el caso de la HJCK- y toque buscarla en Internet para que las masas pudientes y cultas puedan acceder a ella), que la mega siga existiendo y que todos parezcamos disfrutar este "mundito light" que complementan las modelitos postizas, la sociedad consumista, las secciones de farándula, el reggaeton vulgar, el vallenato guizo y el pop chicloso que ahora es dizque folclor de "Nuestra tierra", y que no se haga nada? Nada. Este post lo escribo con rabia y sobre todo con un sentimiento de incapacidad ante estas cosas porque a pesar de todo aún puede darse el cambio. Y es que con eso de pensar que "a mí no me toca", o que "a mí no se refiere", no se logra un sieso. El hecho de leer literatura, escuchar "buena musica" y quizas pertenecer a la pseudo elite literaria y cultural pueblerina no exenta a nadie de estas situaciones. ¿O es que ud., querido lector, va a negar que no ha disfrutado de programas los realities copia (para variar) de programas estadounidenses, así como quejarse porque estudiantes protestan y tildarlos de salvajes al hacerlo por la muerte (¿accidental?) de un compañero cercano? Eso a la larga es una pendejada como todo lo que está pasando ¿o no? Pues yo solo lancé la piedra, no escondí la mano y debo decir que prefiero salirme de la olla y morir quemada en el fogón o matarme en el salto que morir por parsimonia y olvido en una olla siendo cocinada sin siquiera saberlo.

domingo, 16 de octubre de 2005

La verdad acerca de los perros y los gatos

Es cierto que los perros y los gatos no se llevan bien, pero alguien se ha preguntado ¿por qué? Pues bien, en uno de mis ratos libres y al observar a mi perra rottwailler y a mi gato mirandose con odio, entendí el porqué; y no sólo eso, descubrí que las personas somos iguales a la mascota de nuestra preferencia entre estos dos animales, lo cual puede explicar porque a unos les va bien y porque a otros no, porque hay países desarrollados y porque otros seguimos en el atolladero. Dejenme explicarles con un ejemplo sencillo: los perros nacieron para que se les dieran órdenes, para que los entrenaran y a cambio de una galleta, brincan, se sientan, dan la pata, etc., pero los gatos hacen lo que se les da la gana, cuando se les da la gana, no reciben órdenes de nadie ni mucho menos a cambio de algo, si se les consiente, bien, y si no, por ello no se deprimen.


Pasemos ahora a las personas, hay personas a las que le gustan las órdenes y que, por ejemplo a cambio de una limosna, trabajan, actùan, comen, brincan, saltan, etc. Pero hay otras a las que no les gusta la corriente y se inventan nuevas cosas, no siguen a la masa, y hacen lo que quieren cuando quieren. En pocas palabras, hay gente con alma de perro y hay otra con alma de gato. Las personas de alma de perro son lo que se llamaría "esclavos del sistema": apegados a las reglas, mojigatos, con la misma opinión que el resto de almas perrunas, creyentes de todos los comentarios televisivos hechos por unas tontas o tontos con aire en la cabeza, seguidores de los comentarios de un locutorazo de pacotilla (que por cierto no es más que un viejo verde), lambones, feligreses extremos, etc., etc., etc. Los de alma de gato son los llamados "in": inconformes, insoportables (a veces), inquietos, inadaptados, incomprensibles, y en pocas palabras los raros, los diferentes, etc., etc., etc., (cabe aclarar que la mayoría de estos apelativos vienen de las almas perrunas) pero son ellos quienes cambian el mundo, inventan cosas, se rebelan contra el sistema, escriben obras literarias excelentes y hacen lo que se les da la gana.

Algo curioso es que los países en los que se prefiere a los gatos por encima de los perros, son países industrializados y generalmente sin problemas económicos o sociales como los de los países en vía de desarrollo. Aclaro que intento ser neutral pero, admitámoslo, las almas perrunas y gatunas tienen que ver algo con la elección de los gobernantes y de su posición en el mundo, sino, ¿por qué aún estamos donde estamos?, ¿por qué la gente se auto-exilia?, ¿por qué el que hace algo diferente termina muerto?, por dar ejemplos.  A fin de cuentas, lo que importa es que al menos se haga lo que pasa en mi casa, el perro por un lado, el gato por el otro, pero en la mayoría de las veces se respetan los espacios y si no, se reprenden por violar las reglas, ése el el porqué de su pelea continua, pero al menos allí, la grande protege al pequeño y sobre todo lo acepta.

jueves, 22 de septiembre de 2005

¡Viajar en bus, no es una maravilla! Parte II

En la primera parte expuse mis mayores quejas sobre el "servicio" de transporte urbano (servicio entre comillas, porque si fuera un servicio se haría, al menos, de buena manera o no existiría la famosa guerra del centavo y por lo tanto buses llenísimos de gente -oliendo a trabajo, a ambientador de oficina o a libro- que más bien parece una lata de sardinas), en esta segunda parte terminaré este desahogo. Ya hablé de los vendedores y limosneros, de la descortesía de la gente pero no mucho del conductor. ¡Ah! Este personaje, muy humilde y en la minoría de los casos, buena gente, comprensivo y hasta gracioso, es, probablemente, un egoísta que es capaz de dejar al pobre pasajero tirado en la mitad de la calle, o más allá o más acá de la parada o ni siquiera en ella porque se le olvidó parquear de un momento a otro o porque tiene que marcar tarjeta rápido o simplemente porque ya se cansó de conducir y quiere irse a dormir. ¿Qué importa que el pasajero también vaya cansado y que haya pagado completo el pasaje confiando en que este sujeto lo lleve sano y salvo cerca de su hogar? Porque eso sí, se creen Cronos y por ello piensan que pueden ir lento, lentísimo o rápido casi al punto de volcarse o quedarse estacionados en una vía de dos carriles haciendo trancón molestando a otros simples transeúntes o habitantes de la zona por el concierto de bocinas que todos los carros, buses, motos y volquetas muy prestos tocan. ¿Qué importa que si el ingenuo pasajero paga con un billete de diez mil o veinte mil pesos el personaje en cuestión le devuelva a cambio billetes solo de mil pesos feos, sucios y casi a punto de romperse? Y cuando va a recibir el cambio, si es una mujer, joven, dama, femina, etc., ¿no le toca aguantarse a veces el roce malintencionado del conductor que le da el vuelto pero que también aprovecha y le toca la mano en forma obscena y se le queda mirando durante todo el recorrido? Y ni que decir cuando es hora pico y deja subir pasajeros por delante y por detrás para que cuando ya el bus esté a reventar diga: "¿será que se pueden correr hacia atrás?" ¡hacia atrás donde si ya no hay espacio!. Así, continúa todos los días en un círculo vicioso, en donde no importa el pasajero "porque el que va manejando no es él" y en donde el secuaz ayudante del conductor repite el mismo comportamiento de su "tutor" perpetuando el mal servicio. ¿No es grandioso viajar en bus urbano cuarenta y cinco minutos en un ambiente digno de suicidio? ¿no es maravilloso pagar tanto por tan poco? Pues la reflexión queda entre ustedes y el que no esté de acuerdo, que escriba el primer comentario.