martes, 17 de agosto de 2010

Elogio de la quinceañera

Primero que todo, no se confundan por el título, esto sigue y seguirá siendo un blog para criticar.  En esta ocasión mi blanco será esa imagen color pastel, olor a cereza y que exuda hormonas vestida con una tiara falsa y un traje de color, generalmente llamativo, estilo princesa con corsé y miriñaque; sí, esa misma, la que algunas fueron y se sienten orgullosas de haberlo sido y recuerdan ese día como el más feliz de sus días hasta ahora, si están solteras claro.  En mi defensa, antes de que me acusen de revelarme, digo, que no, yo no me disfracé de quinceañera, no use tiara, no tuve serenata y no bailé el vals con mi papá y no me hizo, ni me hace y ni me hará falta.

Ahora, el punto central de este post, no es la quinceañera per se, sino la celebración efímera de este tiempo fugaz en el cual se invierte desde la hipoteca de la casa hasta los ahorros de la abuelita para que haya francachela y comilona por un supuesto paso de niña a mujer. Para comenzar a descomponer este tipo de evento, empecemos por la decoración; en las fiestas tradicionales, todo combina con el vestido de la quinceañera, desde los forros de las sillas, las flores, la torta hasta los acompañantes, digo hasta el vestido de los acompañantes, así que esta elección de la susodicha es la más díficil porque ¡caray! puedes terminar con tus ojos cansados de ver tanto naranja o fucsia o azul brillante rechinar en todo el salón y ropas de "la corte".  Esta grupo de jóvenes mascachicle con ínfulas de adultos pero en pleno caldo hormonal suele moverse o más bien rotar en torno a la susodicha y sus colores llamativos se hacen mucho más visibles e irritantes pues como típicos adolescentes, lo único que quieren es atención y lo peor es que lo logran.

Ya la decoración nombrada, hablemos del vestido, sí, en tela cristal y todo, lleno de florecitas brillantes cuya falda arrastra por todo el salón, llena de vuelos y más tela cristal.... awww... ¡qué bonita imagen! pues NO, yo sólo pienso en el calor que hace bajo ese vestido, porque ahí hay una minifalda guardada para después del vals y el cambio de la zapatilla cuando ya ella es oficialmente una jovencita, en la incomodidad por el miriñaque, en la alergia por la tela cristal, en los tropezones de los meseros por culpa de ese vestido, en los pisones que recibe por parte del parejo de turno en el baile, en que parece un ponqué, lleno de flores y bobadas, en fin; todo por atesorar un momento de juventud, de vanidad y de incomodidad.

En esta celebración efímera no podrían faltar dos momentos claves: el cambio de la zapatilla que ya nombraba escuetamente antes y cuando bailan el vals y el pasodoble. En el primero, el cambio de la zapatilla, algo, creo yo, innecesario, pues las jovencitas de ahora ya no lo parecen porque desde los trece ya usan tacones y maquillaje tratando de engañar y de esconder una juventud que luego van añorar y además, este cambio de calzado sólo representa unos zapatos nuevos porque esa "supuesta" aprobación de los padres, o del papá, (en teoría) es un acto hipócrita que conduce al segundo, un baile en donde la pasa por cuanto sujeto viril dandole otro tipo de aprobación, sí, que se vuelva zunga y pase por todos. Aquí, la música es parte fundamental porque si se hace con "Tiempo de vals", esa canción que es muy cursi y trillada de Chayanne, la verdad, me recuerda a fiesta de barrio pobre; o si se hace con "El Danubio azul", tema clásico alemán que si bien imprime un poco más de clase, de tanto escucharlo (porque lo pasan una y otra vez hasta que la quinceañera baile con toooooodos los machos en la fiesta), aburre y ya no es algo bonito de ver, como antes, sino, el momento para comentar el chisme de la semana, adelantar cuaderno, ir al baño o convencer al primo en tercer grado de que tenga su experiencia bailando a ese compás con la "linda" cumpleañera. 

Después de este baile o en el medio, depende de si hay corte (un grupo de 7  muchachos y 7 muchachas que con vistosos y a veces elegantes vestidos acompañan a la quinceañera) o no, hay una coreografía preparada por la quinceañera -si no es el vals y el pasodoble- muy influenciada por MTV y todas sus adefesicas creaciones, incluyendo sus programas reality "Quiero mis 15" o "My sweet 16", en donde se puede ver (y en todo su esplendor) toda la presión que  puede desplegar un coreógrafo (o la misma quinceañera en una mini-version de "bridezilla" o novia Godzilla, algo así como una Girlzilla) sobre los demás. Pero, todo por una buena causa, no sé cual, pero debe haber una buena causa para que exista ese tipo de humillación y vergüenza gratuitos.

Por ahora dejaré aquí, querido lector, porque ya lo veo cansado de leer, no quiero aburrirlo antes de tiempo y aún no hemos llegado a otros momentos importantes; son demasiados detalles que deben tener una segunda parte, quédese en sintonía y no se pierda la entrega de las rosas, el tiempo del ponqué, de la comida y lo que ahora llaman "la hora loca".  Un azufrado saludo.

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